Roberto Canessa, el uruguayo que mejor da lecciones a los argentinos

Canessa

Por la célebre película ‘¡Viven!’, millones de personas conocen cómo Roberto Canessa, con 19 años, logró sobrevivir al accidente de los Andes, el 13 de octubre de 1972, y cómo emprendió junto con Fernando ‘Nando’ Parrado una travesía de 10 días a través de la Cordillera, para buscar ayuda. Conocen también su fuerte carácter, que le permitieron romper con los tabúes y sugerir alimentarse, en medio de la nieve, de la carne de los fallecidos.

El Roberto Canessa que vino después de la tragedia es médico y empresario de la salud, y conversa con este cronista acerca de cómo y por qué una empresa debe enfocarse en su sentido de ser y no en sus logros pasados para sobrevivir. También, sobre el modelo de liderazgo y el balance entre lo personal y lo laboral.

Por Pedro Ylarri *  

¿Qué enseñanzas le dejó su experiencia en los Andes que luego aplica en tu vida como médico y empresarios?

En los Andes, estábamos en una situación terrible, en donde cada uno tuvo que optimizar sus roles. Era una empresa en la que no podías echar a nadie, sino que se morían. Y cada uno necesitaba a los demás para poder salir de esa situación. Alguno era bueno contando chistes,  el otro era bueno rezando y haciendo que no te olvides que Dios no se olvida de ti. Otros eran hábiles con las manos, yo hacía de médico. Fue una situación en donde personas comunes y corrientes, enfrentados a un contexto terrible, lograron un resultado extraordinario, que es lo que en sí busca las empresas. Descubrí que hay liderazgos diferentes a los habituales. No hay un iluminado que tiene las ideas y las baja al resto sino que hay una tormenta de ideas. Era una empresa muy interesante y muy pura, como un experimento de comportamiento humano, donde se estableció un liderazgo de ideas, en donde surgía una idea y se discutía. Nadie era ni quería ser el jefe. Nadie tenía una esposa en la casa que te decía que a ‘vos en la empresa no te valoran’. Es decir, nadie estaba contaminado de un montón de realidades y cosas que hacen que, muchas veces, las empresas fracasen. Había, casi sin darnos cuenta, un fin de común que compartíamos y una forma y un método para lograrlo. Yo creo que vamos a ese liderazgo de ideas.

¿Cuál es el rol del líder empresario entonces?

Más que líderes son conductores. Personas que tienen la habilidad de ver para donde hay que ir. Cada vez más, en las empresas se habla de coaches, del gerente General. Antes el jefe de Personal era un gordo de bigotes que te suspendía si llegabas tarde. Ahora es una chica divina, de relaciones humanas, que hace psicología y te desguella sin parpadear. Y que te da posibilidades especiales si te ve que te estas por ir a otra empresa. Todo eso se ha sofisticado y en definitiva, se ha humanizado –o deshumanizado, dependiendo cómo lo quieras ver-. En lo Andes aprendimos a optimizar los roles, a potenciar las habilidades de cada uno.

En este sentido, una de tus cualidades fue el temperamento: ¿esos roles y valores son innatos o aparecieron, por ejemplo, ante la adversidad?

Es una mezcla de ambas. La fuerza de la gente está en la razón por la cual hace las cosas. No es el cómo, sino el por qué. Ya lo decía Viktor Frankl, en la Vida en búsqueda del sentido. Yo pensaba entonces en lo que mi madre había dicho una vez: “Si a mí se me muere un hijo, no podría seguir viviendo”. Entonces yo no le podía fallar a mi vieja, y todo lo que pensaba era eso. En el momento en que me tengo que comer a un muerto uno pensaba: ¿Por qué tengo que hacer esto, esa humillación tan espantosa, tan terrible? Y es porque si no no podría seguir viviendo. Es la fuerza del por qué la que te lleva a romper paradigmas y estructuras. Además, es clave darte cuenta en todo momento dónde estás parado y qué condiciones tenés. Cada uno es sí mismo y sus circunstancias, como decía Ortega y Gasset.

Salvarte. ¿Qué te enseñó?

Saber que el arriero más humilde fue el que dejó su trabajo para auxiliarte, te enseña a que uno tiene un compromiso con la sociedad. Tengo un compromiso, por ejemplo, con los pacientes que no pueden pagar un tratamiento, pero que, siento, pueden ser un hijo o un nieto de aquel arriero de los Andes.

¿Cualquier persona, aunque no haya vivido la tragedia de los Andes, lo puede entender?

Se han escrito muchos libros, videos e historias sobre el tema de los Andes, como de muchas otras historias. Está en que cada uno, con sus sensibilidad, poder sacar de ellas, como de otras cosas que pueden suceder a uno en la vida, darse cuenta de lo que es importante. Pero siempre volviendo a lo que decíamos antes: el por qué uno hace las cosas. Uno no se tiene que dejar vislumbrar por el auto, el dinero, porque un día se cae el avión y te das cuenta lo mal que tenías ordenados los valores en tu vida.

En otras oportunidades, has manifestado la importancia de dividir tu tiempo en tres: ocho horas para el trabajo, ocho para dormir y ocho horas para la familia y crecimiento personal. ¿Qué tan importante es este esquema?

Después que te compras el Mercedes Benz y la indumentaria más cara, uno se ve al espejo y se da cuenta que es todo packaging, por uno sigue siendo la misma persona. En las empresas pasa un poco lo mismo, cuando uno pasa a ser gerente o director, a veces se confunde y piensa que no es el mismo. Lo que yo digo es que no se puede trabajar de más detrás de un Mercedes Benz. Uno no puede robarse el sueldo: tiene que trabajar ocho horas y en serio ocho horas, no contar cómo te fue en la peluquería o en el terapeuta. Luego hay otras ocho horas que tienen que ser parte de tu crecimiento personal y de tu vida. Ocho horas de dedicarte a las cosas importantes: a los hijos y la familia.

¿Es lo que tratan de hacer las empresas, con el ‘work and life’ balance?

Si una persona no puede hacer su trabajo en ocho horas entontes es porque la empresa está mal organizada. Y un directivo de empresa debe dar el ejemplo. Porque, como decía Wilson Churchill, el ejemplo no es una buena manera de enseñar, sino la única. El tiempo es clave. Si vos ya tenés para cubrir tus gastos y mantener a tu familia, el dilema es el tiempo. Si vos ya cazaste suficiente ¿para qué vas a seguir cazando? La acumulación porque sí no tiene mucho sentido. Y, lo contrario, tampoco parece ser algo bueno: la crianza en exceso tampoco es buena.

Alimentarse con la carne de los muertos. ¿Para salvarse hay que romper los tabúes y paradigmas?

Nosotros no nos salvamos porque nos alimentamos de nuestros amigos muertos, sino porque nos levantamos y caminamos. Si no hubiésemos quedado esperando a los helicópteros hubiésemos terminados todos muertos. Para salvarse, entonces, hay que levantarse y caminar, buscar la salida.

¿Sucede lo mismo que con las empresas?

La acción es lo único que cambia las cosas. Y como ya se sabe, no se puede pretender cambiar algo haciendo las mismas cosas. Si a vos te está yendo mal, entonces hay que actuar, cambiar, no hacer lo mismo esperando.

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