Los medios argentinos vienen amenazando desde hace tres años con lanzar diarios destinados a las clases populares y finalmente eso se cumplió a principios de mayo. La editorial Perfil –en donde trabajo- lanzó Libre; y Clarín, el principal multimedios del país, hizo lo suyo con Muy. Acerca de los proyectos mucho se ha escrito y dicho ya, aunque nada serio claro está. No es una buena idea juzgar un nuevo medio cuando tenemos menos de un mes de trabajo, y tampoco lo vamos a hacer ahora. Pero no deja de ser interesante el público en el que pretenden posicionarse: las clases populares.
La idea de posicionarse allí es que, supuestamente, el diario Crónica, uno de los preferidos del sector, viene en caída libre; y Diario Popular, un histórico del segmento, ostenta el nada despreciable tercer puesto en tiradas de diarios nacionales. Como si fuera poco, hasta el renacimiento de La Nación por cambios de estilo y su popular tarjeta de descuentos, Diario Popular era el único que mes a mes ganaba lectores. Los cerebros en las casas de medios pensaron entonces que era bueno arrojar los diarios allí.
Las clases populares están de moda desde más o menos 1994, cuando el banco de inversiones Goldman Sachs –el único cuyos informes apasionan por su lucidez, y si no simplemente entren un segundo a su página web a ver si los sorprende– inventó el concepto de BRIC (ahora dice GS hay que llamarlo BRIIC al meterle Indonesia además de Brasil, Rusia, India y China) y dijo que esos países crecerían por su capacidad de generar empleo y sacar a millones de la pobreza. Sólo como ejemplo, hay que saberlo, Brasil creó 10 millones de empleos en los últimos ocho años.
Desde hace seis años trabajo en Euromonitor International siguiendo de cerca tendencias de consumo (pueden ver algún artículo por aquí) y sin duda las notas que mencionaban a la clase baja y a la media baja eran furor. El boom es cierto en BRIC y asombra… ¿Pero hay realmente una clase popular demandante de periódicos en Argentina? O mejor aún ¿existen las clases populares como solíamos llamarlas? Y si existen ¿Quiénes y cómo son realmente estas personas?
Marx nos enseñó a odiarnos entre proletarios pobres y capitalistas ricos, pero detrás de esa visión maniquea del mundo aparece el irrebatible porvenir de la posmodernidad, en donde no creo que dividir a la gente entre pobres, medianeros y ricos tenga mucho sentido. Sacando de lado al 30% de los argentinos que son pobres –y que no comprarán ningún periódico-, en el mundo de hoy, tener o no plata no define un mercado en sí. Tener mucho dinero o ser del populacho no define a nadie en un mundo en donde Nike y Adidas sabe que en Argentina “entre un cuarto y un tercio de las zapatillas de alta gama son compradas por personas de clases populares” o en el que Motorola y Samsung sabe qué buena parte de sus celulares top serán comprados con mucho esfuerzo por personas que apenas llegan a fin de mes”. Por el contrario, las marcas de lujo saben que tendrán que fabricar ropa que se parezca a la del pobre, cuando más rota mejor, porque así sabe el gusto de muchos consumidores de alta gama. Y una más: según una conocida marca de yates, “casi un cuarto” de las ventas las explican grupos de amigos amantes de ir a navegar, solteros, jóvenes y sin hijos, que hacen “una vaquita” para cumplir su gran sueño.
Las clases hoy en cambio están atravesadas por otras matrices de consumo, en donde la vinculación con la tecnología, con el mundo del trabajo y con el tipo de familia explica más el modelo de consumidor que el nivel de la billetera. Y me pregunto entonces a qué tipo de lector están apuntando estos dos diarios nuevos, que dios mediante esperamos que sigan su ruta hacia el éxito, si es que se la merecen. Muchos de los artículos de Libre y del concepto parecen entender este nuevo concepto, pero no siempre. Incluso si analizamos los intereses populares según el viejo concepto de pobre-medio-rico, también nos llevamos sorpresas.
Por ejemplo, en relación a la tapa “Sofía Gala Porro”. Según estudios de Ipsos Mora y Araujo, conceptualmente, la marihuana es un tema chic en las clases media-alta y alta, pero no en las clases bajas, que la vinculan con el narcotráfico y con todas las tragedias y penurias diarias que éste les provoca (y que son invisibles para los más ricos). Siguiendo en esta fórmula de análisis vieja, Marcelo Tinelli y Juan Román Riquelme suelen ser criticados también en ciertos círculos, pero no en sectores populares, en donde por el contrario son “santos populares”. Llama la atención también el tratamiento negativo que tuvieron en varias tapas.
Antes de dejarles algunas tapas como inspiración, entiéndase bien estas ideas, que no son otra cosa que llamados a pensar en cómo somos y es la gente hoy, más allá de los prejuicios populares que tenemos del público, nuestros lectores. ¿Qué piensan ustedes?