“Extra, extra, noticias de ayer” canta el editor de Financial Times y dispara contra la prensa financiera

La gente deja de leer diarios, muchos se preguntan para qué seguir leyendo.
La gente deja de leer diarios, muchos se preguntan para qué seguir leyendo.

Muchos se preguntan por qué la gente está dejando de leer los diarios, pero es la gente la que se cuestiona para qué gastar plata en papel. A propósito del paro en El Cronista, de Buenos Aires, y en la caída de la tirada de Ambito financiero, el Financial Times -que nada sabe de estos conflictos argentinos- se pregunta por qué la prensa ha fallado a la hora de prevenir (o ver venir) la crisis financiera. El editor del FT, Lionel Barber, hizo un mea culpa en una conferencia reciente que dio en la Universidad de Yale. Luego la intervención salió publicada con el título “A flawed first draft of history” (que puede leerse en inglés aquí). En definitiva, los diarios se vieron encantandos con el capitalismo y la economía de empresas y balances, pero nadie vio nada (pero tampoco a nadie despidieron). Nadie vio venir al terrorismo islámico, la apertura de China como gigante mundial la burbuja del punto com y siguen los temas. Leer entretiene, pero debería informar. “Extra, extra, noticias de ayer”, cantaba Patricio Rey. Enseñanza: mejorar el periodismo. Mientras tanto, nos diarios de negocios se siguen cayendo a pedazos. Vale la pena, sin embargo, leer lo de Barber. Desde aquí en español:

Este es el mejor momento y el peor momento para ser un periodista especializado en finanzas. El mejor, porque tenemos la oportunidad única de informar y analizar la crisis financiera más seria desde el Gran Crac de 1929. El peor, porque las industrias de los diarios y la televisión están sufriendo, no sólo por la recesión sino por el golpe estructural que provocó la revolución de Internet. Además, ahora se acusa a los medios financieros de no haber visto la crisis financiera global. Dormidos al volante. Con la cabeza en otro lado. Se recurrió a todo tipo de clichés para castigar a periodistas por no haber advertido a la gente sobre el inminente desastre. ¿Todas estas acusaciones tienen sentido?

En primer lugar, los periodistas no fueron los únicos en hacer mal su trabajo. Los líderes políticos eran felices descorchando botellas de champaña en la fiesta del crédito; muchos se quedaron largo rato después de que la espuma había desaparecido. Los reguladores no detectaron ni contuvieron los riesgos que se estaban creando dentro del sistema. Muchos economistas también se quedaron cortos. Sólo unos pocos, como Nouriel Roubini –ahora considerado el profeta del desastre– identificaron las piezas del rompecabezas, pero no lo reconstruyeron.

¿Por qué los periodistas de finanzas no prestaron atención a estas advertencias? Primero, la crisis comenzó como un tema altamente técnico que llevó meses en entrar en transformarse en noticia de tapa. Se originó en los mercados de crédito, tema aburrido para la mayoría de los medios noticiosos. Para la mayor parte de los reporteros que trabajan en este denominado “sistema bancario en la sombra” fue difícil interesar a sus jefes, quienes estaban más concentrados en hablar del alza de los precios de las propiedades.

Un segundo problema fue que la crisis se produjo en un mercado extrabursátil que da a conocer pocos datos y publica muy pocas noticias diarias. Inevitablemente, la tentación era hablar de temas más entendibles para el público general, como los resultados de las compañías cotizantes.

La segunda crítica es que los medios estaban demasiado interesados en dar buenas noticias. Danny Schechter, en una nota que escribió en el British Journalism Review, asegura que los diarios no tenían interés en seguir los escándalos hipotecarios por temor a perder anunciantes del sector inmobiliario.

Los periodistas constantemente enfrentan tensiones entre creer en sus fuentes o quemarlas con una cobertura crítica. Piensen en el departamento de prensa de la Casa Blanca, la prensa británica que cubre el parlamento o los periodistas deportivos asignados a un equipo. El incentivo para “llevarse bien” está presente.

En cuanto a si los medios financieros podrían haber hecho un mejor trabajo y con espíritu de autocrítica, identifico cuatro debilidades en la cobertura de esta crisis financiera.

Primero, los periodistas no captaron el significado que tenía la no regulación de los derivados extrabursátiles pese a que formaban la mayor parte del riesgo de contraparte tras la explosión del crédito posterior a la burbuja “punto com”. Alan Greenspan se oponía a tal regulación, pero ¿cuántos comentaristas reprendían al ex presidente de la Fed y advirtían sobre los riesgos? Los periodistas estaban demasiado enamorados de la desregulación.

Segundo, los periodistas, con algunas notables excepciones, no entendieron los riesgos que generaban esas implícitas garantías del Estado con las que contaban Fannie Mae y Freddie Mac, los gigantes de las finanzas hipotecarias. Aquí, deberíamos sacarnos el sombrero ante el ahora vituperado Greenspan. Él alertó temprano sobre los riesgos. Por supuesto, era difícil criticar el ideal de que hubiera más estadounidenses con casa propia, pero eso no es excusa.

Tercero, los periodistas no captaron el significado del crecimiento de la financiación fuera del balance general por parte de los bancos, su relación con las pro-cíclicas normas de Basila II sobre los ratios de capital y el concepto general de apalancamiento. ¿Cuántas organizaciones de noticias informaron la decisión de la Securities and Exchange Commission en 2004 de suavizar sus regulaciones sobre el apalancamiento? También se informó poco sobre los vehículos de inversión estructurados que se produjo en la cima del auge del crédito.

Cuarto, los periodistas financieros tardaron en comprender que un crac en el sistema financiero tendría un impacto en la economía real. Durante demasiado tiempo, demasiados expertos trataron al sector financiero y a la economía como universos paralelos. Fue un error fundamental.

Muchos de los desarrollos más importantes de la última década –el terrorismo islámico, la apertura de la economía china y las dos burbujas del crédito– no se previeron o no captaron la atención que merecían. En este aspecto, los periodistas tienen un rol crucial. Quizás hayan estado omisos, pero todavía tienen la capacidad de ser los canarios de la mina. Y por mucho tiempo.